De todos los médicos de Irlanda solo Fingin, el doctor del rey Conchobar, pudo diagnosticar la causa del mal: determinó que se trataba de amor por la jóven ausente. Aconsejó al Dagda que enviara a Oengus con su madre, y que juntos recorrieran Irlanda en búsqueda de una joven que se pareciera a la de su visión. Aceptaron el consejo, pero la búsqueda duró un año y fue vana. El Dagda, como rey de las colinas de las Hadas, estaba desconcertado: ni siquiera él sabía algo acerca del paradero de la joven. Así que acudieron a Bodhbh, rey de las colinas de las hadas de Munster; y le pidieron que buscara a la mujer soñada por Oengus. Después de un año, Bodhbh encontró por fin a la joven acompañada por cincuenta doncellas, en el lago Bel Dragon, Connaught. Su nombre era Caer Ibhormeith, y era tan bella como Oengus la había soñado. El joven se encontró con sus padres en Newgrange para darles la noticia, y el Dagda prometió acudir al rey Ailill y la reina Maeve de Connaught para pedir la mano de la joven para su hijo. Pero ellos no tenían el poder de darsela. Entonces llamaron a Ethal Anbhuail, el padre de la joven, que se negó a acudir. Enojados por esta actitud, los leales a Oengus atacaron la colina donde Ethal vivía, y lo tomaron prisionero. Pero aún así, no pudo dar la mano de su hija a Oengus: el poder mágico de la joven era aún mas fuerte que el de su padre. Sin embargo, Ethal les reveló un secreto: En el próximo festival de Samhain, su hija iba a estar en el lago pero no en forma de mujer, sino de ave. Ciento cincuenta cisnes la rodearían.Oengus esperó hasta la fecha señalada. La noche de Samhain fue al lago, y llamó a su amada. Ella se le acercó. Cuando Oengus la abrazó, ambos se convirtieron en cisnes. Así durmieron abrazados y enamorados. Al despertar, dieron tres vueltas alrededor del lago y después volaron hacia Newgrange, donde cantaron juntos una canción que adormeció a los habitantes de la región por tres días y tres noches. Y Caer se quedó con Oengus para siempre.
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